La personalidad y el estilo del gobernante tienen su impacto sobre la
sociedad. Para bien o para mal. Si se tratara por ejemplo, de considerar a Juan
M. Santos, bien pudiéramos decir que el actual presidente de Colombia, más allá
de que esté cumpliendo o no su programa de gobierno, con su actuar público de
todos los días, tal como los muestran los diferentes medios, puede contribuir a
potenciar en los ciudadanos ciertas actitudes que, asociadas a múltiples
mensajes en el concierto de las
instituciones del Estado, articulado a expresas intencionalidades de su
política educativa (¿?), pudieran, a
mediano plazo, influir positivamente la
conciencia de la gente, marcando pautas en la formación de los ciudadanos…
Nadie como los altos funcionarios de Estado, a través de lo que hacen
y dicen en ejercicio de sus funciones pública, tienen tanta incidencia sobre el
comportamiento de los ciudadanos; con lo
que también se da lugar a unas
determinadas formas de relaciones simbólicas, usos de formas verbales, maneras
de responder al otro con el que no se está de acuerdo, et. .
En este particular ámbito, las
diferencias entre el actual presidente y su antecesor son notorias, a favor del
primero, no sin rendir venias a los fanáticos correligionarios de AUV. Y de ningún modo estoy haciendo defensa alguna
de J. M. S. Sencillamente semejándome a un cronista, observo y registro los
hechos, los actos a través de los cuales se pone de manifiesto el obrar de la
primera autoridad civil de la república.
Y es que con la alternación más reciente en la presidencia, se pasó
del lenguaje exultante, exaltado e insultador
(propio del macho típico de unas de nuestras regiones, del emergente acumulador
de fortuna al que la soberbia se le sube
a la cabeza), a un presidente de hablar
pausado, más expositivo que orador tradicional; sobrio, con tendencia a la parquedad. Nada libre de
deslices, errores e imprudencias como todo mortal. Algunos de éstos, quizá, más
aparentes “metidas de patas” que equívocos reales (¿?), dejando incluso trazos de un pasado de gago!
Debo reconocer que al término del 50% de su período, no se conoce al Santos de
lenguaje agresivo y de trifulca, al hombre de expresiones brabuconas y
vulgares.
En correspondencia con esta caracterización, coherentemente debo
expresar que, el presidente Santos, por su actuar de conjunto, contribuye más a
la configuración de una sociedad relativamente madura, sosegada, de trato
respetuoso, que a una de corte desembozadamente intolerante, polarizada,
fanatizada y vulgar. Esta última encaja más en el modelo de su exjefe: AUV.
Lo anterior no exime a J. M. S. de posturas ligeras, con déficit de
argumentos, que incluso pone en cuestión el Estado de derecho cuando una u otra
decisión afecta sus políticas o en las que el país funge de afectado.
De alguna manera AUV, con sus
diminutivos (mijito, por ej.), se
asimila más al “padre tirano”, emblema
de tradición patriarcal, mientras J. M. S. da para ser considerado una variante
de padre a lo moderno, no
sobre-protector de su prole, pero que
tampoco los apabulla con su autoridad.
Dejando algún espacio para que los suyos piensen y obren… Hasta dónde? Eso está por verse. Sin esperar que el olmo
de peras.
Desafortunadamente con Santos no se ha superado la tradición facilista
de estigmatizar el disenso, las
disidencias. Vicio que conoció su extremo, con “ajusticiamiento” a bordo, con AUV, por casi una larga década.
Lo dicho como se puede constatar, no involucra para nada una
caracterización del período presidencial de J. M. S., su política económica, de derechos humanos y
fuero militar, entre otros. Materia de otras notas y reflexiones.
De popularidad no hablamos, atendiendo un pensamiento sentencioso de uno
de los más grandes pensadores de Colombia, aristócrata para más señas, pero lucido y profundo: Nicolás
Gómez Dávila: “La popularidad de un gobernante, en una democracia, es
proporcional a su vulgaridad.” Ni que hubiese sido elaborado pensando en AUV,
EL PRIMER GRAN PIGMEO COLOMBIANO!
Ramiro del Cristo Medina Pérez
Santiago de Tolú, junio 25 - 2013