martes, 16 de julio de 2013

La personalidad y el estilo del gobernante tienen su impacto sobre la sociedad. Para bien o para mal. Si se tratara por ejemplo, de considerar a Juan M. Santos, bien pudiéramos decir que el actual presidente de Colombia, más allá de que esté cumpliendo o no su programa de gobierno, con su actuar público de todos los días, tal como los muestran los diferentes medios, puede contribuir a potenciar en los ciudadanos ciertas actitudes que, asociadas a múltiples mensajes en el concierto de las  instituciones del Estado,  articulado a expresas intencionalidades de su política educativa (¿?), pudieran,  a mediano plazo,  influir positivamente la conciencia de la gente, marcando pautas en la formación de los ciudadanos…

Nadie como los altos funcionarios de Estado, a través de lo que hacen y dicen en ejercicio de sus funciones pública, tienen tanta incidencia sobre el comportamiento de los ciudadanos;  con lo que  también se da lugar a unas determinadas formas de relaciones simbólicas, usos de formas verbales, maneras de responder al otro con el que no se está de acuerdo, et. .

 En este particular ámbito, las diferencias entre el actual presidente y su antecesor son notorias, a favor del primero, no sin rendir venias a los fanáticos correligionarios de AUV.  Y de ningún modo estoy haciendo defensa alguna de J. M. S. Sencillamente semejándome a un cronista, observo y registro los hechos, los actos a través de los cuales se pone de manifiesto el obrar de la primera autoridad civil de la república.

Y es que con la alternación más reciente en la presidencia, se pasó del lenguaje exultante,  exaltado e insultador (propio del macho típico de unas de nuestras regiones, del emergente acumulador de fortuna  al que la soberbia se le sube a la cabeza),  a un presidente de hablar pausado, más expositivo que orador tradicional; sobrio,  con tendencia a la parquedad. Nada libre de deslices, errores e imprudencias como todo mortal. Algunos de éstos, quizá, más aparentes “metidas de patas” que equívocos reales (¿?),  dejando incluso trazos de un pasado de gago!

Debo reconocer que al término del  50% de su período, no se conoce al Santos de lenguaje agresivo y de trifulca, al hombre de expresiones brabuconas y vulgares.

En correspondencia con esta caracterización, coherentemente debo expresar que, el presidente Santos, por su actuar de conjunto, contribuye más a la configuración de una sociedad relativamente madura, sosegada, de trato respetuoso, que a una de corte desembozadamente intolerante, polarizada, fanatizada y vulgar. Esta última encaja más en el modelo de su exjefe: AUV.

Lo anterior no exime a J. M. S. de posturas ligeras, con déficit de argumentos, que incluso pone en cuestión el Estado de derecho cuando una u otra decisión afecta sus políticas o en las que el país funge de afectado.

De alguna manera AUV,  con sus diminutivos (mijito, por ej.),  se asimila más al “padre tirano”,  emblema de tradición patriarcal, mientras J. M. S. da para ser considerado una variante de padre a lo moderno,  no sobre-protector de su prole,  pero que tampoco los  apabulla con su autoridad. Dejando algún espacio para que los suyos piensen y obren… Hasta dónde?  Eso está por verse. Sin esperar que el olmo de peras.

Desafortunadamente con Santos no se ha superado la tradición facilista de estigmatizar el disenso,  las disidencias. Vicio que conoció su extremo,  con “ajusticiamiento” a bordo,  con AUV,  por casi una larga década.

Lo dicho como se puede constatar, no involucra para nada una caracterización del período presidencial de J. M. S.,  su política económica, de derechos humanos y fuero militar, entre otros. Materia de otras notas y reflexiones.

De popularidad no hablamos,  atendiendo un pensamiento sentencioso de uno de los más grandes pensadores de Colombia,  aristócrata para más señas, pero  lucido y profundo:   Nicolás Gómez Dávila: “La popularidad de un gobernante, en una democracia, es proporcional a su vulgaridad.” Ni que hubiese sido elaborado pensando en AUV, EL PRIMER GRAN  PIGMEO COLOMBIANO!

Ramiro del Cristo Medina Pérez


Santiago de Tolú, junio 25 - 2013